Tuve un capricho

Después de varias citas, completé todos los encuentros sin éxito.

¿Sería una cuestión de táctica, una mala racha o simplemente mis expectativas demasiado altas?

¿Debería simplemente renunciar y considerar los siete meses como una lección de vida?

Sin embargo, la responsable de emparejamiento, con la que solo había interactuado en línea, me pidió una reunión en persona.

Con la mente llena de dudas, visité la oficina central en Gangnam, que seguía siendo tan limpia y tranquila como siempre.

Lo único que había cambiado era que ahora se tomaba la temperatura a la entrada y todos llevaban mascarilla.

Primero, la responsable de la consulta apareció para expresar su pesar por la falta de éxito y ofrecer palabras de consuelo antes de retirarse.

Luego, la responsable de emparejamiento, de edad avanzada, hizo acto de presencia.

“Es un placer conocerla en persona después de verla solo en fotos.”

Más que una tía, parecía una madrina. Desprendía una calidez y un aura de profesionalidad.

Me dijo que con mis características, estaba segura de que encontraría a alguien adecuado en el tiempo estipulado y que la decepción era grande.

Agregó que ella tenía un alto índice de éxito en sus emparejamientos, y confesó que se sintió un poco herida por el resultado.

“He tenido un capricho. Quiero encontrarle a alguien especial, cueste lo que cueste.”

Me ofreció una reducción de precio y me propuso un servicio de presentación ilimitada durante un año.

“Vamos a llegar a un acuerdo en un año.”

No podía dejar de pensar si encontraría a alguien mejor, y la presión por el tiempo restante me pesaba.

Era inevitable sentirse presionado ante la posibilidad de volver a confiar o renunciar.

Su determinación en la mirada hizo que mi confianza en ella aumentara.

Sin pensarlo dos veces, le dije que sí.

La razón era simple: la situación de la pandemia se estaba prolongando más de lo esperado.

Con las nuevas medidas de distanciamiento social, el cierre de negocios a las 10 de la noche se había extendido hasta las 9.

Era imposible encontrar una vía para conocer gente.

Pensé: ¿Para qué ganar dinero si no lo puedo disfrutar?

Firme el contrato y hablé en profundidad con la responsable de emparejamiento. Me explicó que para sacar el máximo partido al sistema de emparejamiento, lo importante era conseguir muchas citas, independientemente de si la persona le interesaba o no.

El mundo de las agencias de citas era despiadado.

Las mujeres buscan hombres con poca diferencia de edad, mientras que los hombres prefieren mujeres más jóvenes.

La mayoría busca tener dos hijos, por lo que las mujeres de 40 años, aunque estén bien cuidadas, sean atractivas y hayan congelado sus óvulos, no pueden competir con las mujeres de 30. Esa era la realidad del mercado matrimonial a través de las agencias de citas.

Si ha decidido utilizar una agencia de citas y está dudando entre diferentes servicios, le recomiendo que se decante por uno de duración limitada. La carga mental será menor y experimentará menos estrés.

Con una actitud de “voy a ver qué pasa, a ver quién me toca”, puede ser una experiencia gratificante.

Sin embargo, es fundamental que identifique qué tipo de personas le atraen y con qué tipo de personalidad se siente más a gusto. Si no lo hace, se dejará llevar por las emociones y perderá el tiempo.

La prueba de MBTI, que ha estado de moda durante mucho tiempo, puede ser de gran ayuda.

Le permite identificar sus rasgos generales y los de su pareja, lo que le facilita la comprensión y la empatía.

¿Está preparada? Disfrute del proceso.

La cazadora

Un amigo cercano me reveló un rasgo peculiar de mi personalidad: la naturaleza de cazadora.

Me dijo que cuando alguien no me muestra interés, me dedico a perseguirlo hasta conquistarlo, pero una vez que consigo mi objetivo, pierdo el interés rápidamente.

Afirmó que es un hábito pésimo que debería cambiar.

Con renovadas energías, me propuse poner a prueba el esfuerzo de la responsable de emparejamiento y no desaprovechar el dinero y el tiempo que había invertido.

Fijaba la mirada, sonreía ampliamente, escuchaba con atención, asentía con entusiasmo,

resaltaba sus virtudes y les hacía cumplidos. Ya tenían la mitad de su corazón conquistado.

¿Sería porque ya no sentía la presión?

¡Un éxito tras otro! A diferencia de antes, todos mis encuentros me solicitaban una segunda cita.

Cuando empecé a recibir solicitudes de otros gerentes para que presentara a sus clientes, la responsable de emparejamiento saltó de alegría.

Me dijo que seguramente encontraría pronto a la persona adecuada.